Mensaje Presidencial
Desde el viernes, Martín Vizcarra es el nuevo presidente constitucional de la República. Terminó así el triste espectáculo de ataques y contraataques entre Pedro Pablo Kuczynski y la oposición parlamentaria –espectáculo que se prolongó hasta el protocolo mismo de aceptación de la renuncia del ahora ex mandatario–.
En su discurso inaugural, el nuevo jefe de Estado señaló que la transición debía marcar el “punto final de una política de odio y confrontación que no ha hecho otra cosa que perjudicar al país” y que ocasionó una “situación de inestabilidad y zozobra institucional”. Resulta apropiado que esto haya sido advertido públicamente en términos que, lejos de buscar culpables y víctimas, apuntan más bien a la superación de la confrontación y a un “pacto social”.
Acertado también fue que el ex vicepresidente no haya pasado por alto s recientes escándalos de lo presunta compra de votos en el hemiciclo, que involucran a Kuczynski, a algunos ministros y a legisladores del bloque de Kenji Fujimori: sin necesidad de nombrarlos, ellos fueron destinatarios de aquella parte de la alocución que clamaba por que “se esclarezcan responsabilidades y que cualquier tipo de irregularidad cometida sea penada como corresponde”.
El Congreso fue también el implícito receptor de la invocación de Vizcarra a respetar la división de poderes y del pedido para que ninguno de ellos “avasalle los derechos del otro”. Recordemos, sino, la irresponsable actitud con la que la oposición parlamentaria trató a diversos ministros –entre los que se cuenta el flamante presidente– forzando interpelaciones, censuras y renuncias. Ello, además de, por solo mencionar otro ejemplo, la poca consideración que ha mostrado el Legislativo con la Constitución al modificar por la ilegítima vía de un reglamento la figura de la ‘crisis de Gabinete’.
El Congreso fue también el implícito receptor de la invocación de Vizcarra a respetar la división de poderes y del pedido para que ninguno de ellos “avasalle los derechos del otro”. Recordemos, sino, la irresponsable actitud con la que la oposición parlamentaria trató a diversos ministros –entre los que se cuenta el flamante presidente– forzando interpelaciones, censuras y renuncias. Ello, además de, por solo mencionar otro ejemplo, la poca consideración que ha mostrado el Legislativo con la Constitución al modificar por la ilegítima vía de un reglamento la figura de la ‘crisis de Gabinete’.
En líneas generales, aunque conciso, el discurso de Vizcarra fue profuso en mensajes políticos, que han sido bien recibidos por la mayoría de agrupaciones; en particular, aquel de una recomposición completa del Gabinete Ministerial. Un dato que hace prever que el presidente tiene una mejor lectura que su predecesor, pues, a estas alturas, un refresco en el Consejo de Ministros puede ser muy útil para recuperar la confianza de la ciudadanía y procurar una relación menos tensa con el Legislativo.
Lo que corresponde ahora es pasar de la palabra a la acción y, en ese sentido, haría bien el nuevo equipo de gobierno en identificar prontamente cuáles serán las acciones concretas que esperan priorizar en los siguientes meses. Difícilmente se puede esperar metas muy ambiciosas como las proferidas por Kuczynski hace 20 meses; pero sí algunas políticas de gobierno a las que abocarse durante el resto del quinquenio y para las que sea viable conseguir el compromiso de las principales bancadas parlamentarias.
Por ejemplo, sería ilusorio apostar que la informalidad laboral se reducirá a 40% –como prometió el ex presidente al iniciar su mandato–, cuando el año pasado creció 1,3 puntos porcentuales para llegar a 73,3%. Sin embargo, sí se podría trabajar en algunas reformas mínimas para incentivar la contratación de empleados, como el cambio de las reglas sobre el despido o la eliminación de algunos sobrecostos.
Del mismo modo, habría que identificar los principales proyectos de infraestructura y de inversión pública y privada que deben ser priorizados y puestos en marcha, de modo tal que muchas personas puedan salir de la pobreza. Entre el 2013 y el 2016, esta última apenas se pudo disminuir en 1,3 puntos porcentuales en promedio anual.
En la lucha anticorrupción, es importante que se asegure el respaldo a los organismos de justicia (fiscalía y Poder Judicial) y se les otorgue los recursos necesarios que garanticen su autonomía. El gobierno tendrá también que emprender siquiera algunas reformas, como las vinculadas a una mayor transparencia y mejor vigilancia en el financiamiento de los partidos políticos.
Son, en fin, varias las tareas que tiene por delante Vizcarra. Hace menos de dos años, un mensaje lleno de promesas e ilusión entusiasmó a gran parte de la población, que luego fue defraudada. Si la experiencia es el mejor maestro y de los errores se aprende, confiemos en que el entrenamiento recibido por el nuevo presidente lo tenga preparado para el gran desafío que hoy debe afrontar.
FUENTE:Editorial El Comercio
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