Cultural
Renato Cisneros presentará libro que recrea pasajes de sus ancestros en Huánuco
Cisneros presentará su nueva novela "Dejarás la tierra" en la Feria Internacional del Libro de Lima, habla de Huánuco, la historia de un párroco y secretos guardados tras su celibato.
El periodista y escritor peruano Renato
Cisneros presentará su nueva novela, “Dejarás la tierra”, en la próxima Feria
Internacional del Libro de Lima (FIL-Lima), que tiene vinculaciones con
Huánuco.
La nueva obra de Cisneros, quien reside en España, es la
precuela de su anterior libro, “La distancia que nos separa”, que fue un éxito
de ventas y crítica en su país.
En su nueva novela, Cisneros relata la historia de los
hombres de su familia paterna, “figuras célebres que de niño admiraba sin saber
en realidad nada de sus congestionadas vidas íntimas, ni del parecido que esas
vidas guardan con su propia biografía”, según destacó Planeta.
“Al rastrear su árbol genealógico, espulgando a vivos y
muertos, levanta secretos, derriba mitos e identifica patrones de conducta
hasta reconstruir el auténtico carácter de los Cisneros”, agregó la editorial.
FRAGMENTO
DE “DEJARÁS LA TIERRA”
A continuación presentamos un delante de la nueva novela de Renato
Cisneros, publicado en El Dominical del diario El Comercio.
“La plaza de Huácar está escoltada por el templo de San
Miguel Arcángel, el primer centro de evangelización de la región. Su
campanario, oxidado y amarillo, es el mirador más alto de todo el valle. De
lejos, la iglesia parece una basílica. De cerca, un retablo resquebrajado. Es
el mismo templo donde Cartagena ofició durante años y que ya luego, desmoronado
por chubascos y aguaceros, debió ser reconstruido y fortificado. En aquel
campanario, además de anunciar los acontecimientos del pueblo golpeando el
hierro de las campanas con el badajo, Gregorio escondía a los niños que
escapaban del maltrato de padres alcohólicos y a los varones que huían de la
tunda de algún marido cornudo.
Esa mañana nos atendió el párroco Víctor Fabián, un
hombre bajo, cilíndrico y hablantín que arrastraba una túnica gigante que le
borraba los pies, y avanzaba como un aparecido deslizándose sobre las
mayólicas.
—Padre, buscamos unas partidas de bautizo —le informé
después de darle los buenos días.
—¿De quiénes? —preguntó, hojeando unos papeles.
—De los primeros hijos de Nicolasa Cisneros —contestó el
tío Gustavo.
—¿De qué años estamos hablando? —se interesó. Recién nos
prestaba atención.
—Entre 1828 y 1837 —dije—. ¿Será posible hallarlas en el
archivo de la iglesia?
—Imposible —contestó—. Los libros de la parroquia se
quemaron en 1945, cuando estaba por aquí el padre Anatolio Trujillo.
—¿Qué ocurrió? —indagó el tío Gustavo.
—Fue un domingo. El parte oficial decía que un rayo
incendió la parroquia, pero los ancianos de la comarca sospechaban del padre
Anatolio porque ese día acabó la misa antes de la hora, decomisó las limosnas,
botó a los feligreses y trancó las puertas. Una hora más tarde, después de
robarse las coronas de la Virgen y las alhajas de San Miguel, le prendió fuego
al templo. Pero eso se supo tiempo después. Al principio todo mundo creía que
se trataba de un accidente.
—¿Cómo se enteraron de que el fuego había sido provocado?
—Un monaguillo murió carbonizado. Encontraron su
cuerpecito abrazado a una columna. Un montón de huesos manchados. Cuando el
padre Anatolio se enteró, no pudo cargar con la culpa y confesó todo.
—¿Quedó algo?
—El templo se salvó,
pero el archivo no. Cenizas nomás quedaron.
En la plaza de Huácar hay un busto de
Simón Bolívar y una placa herrumbrada que acredita su paso por este pueblo en
1823, año en que conoció a Gregorio Cartagena, convocándolo para que lo ayudara
a engrosar su ejército.
El párroco Víctor Fabián dice que
mucha gente lucra hasta hoy con el recuerdo de la visita del Libertador. «Las
agencias de viaje han hecho un negocio de todo eso», se quejó esa mañana. Según
él, hay montones de guías turísticos que timan a los extranjeros llevándolos a
un cuartucho anexo a la iglesia donde les muestran una cama con dosel y
columnas de bronce, y les cuentan que Bolívar durmió allí.
—Los gringos se lo creen y se toman fotos,
pero es puro cuento para sacarles plata —nos dijo.
—De quién es la cama, entonces
—preguntó el tío Gustavo.
—Un obispo de Ambo la donó a la
parroquia hace treinta años. Era de una de sus abuelas, que murió de paperas.
Nadie quería quedarse con la cama, por eso la trajo.
En los contornos, frente a la iglesia
de San Miguel Arcángel, hay una botica mal abastecida que atiende las
veinticuatro horas, una sastrería sin sastre, una comisaría sin comisario, y
una bodega llamada Wilder, igual que su dueño, un hombre que atiende a los
clientes sin moverse de su hamaca. El decorado del perímetro concluye con la
escuela secundaria más importante de la localidad, ubicada frente al templo, en
el jirón Comercio. Su nombre: “Institución Educativa Pública Gregorio Cartagena”.
En el frontis, al lado de un escudo color aceituna, pueden leerse los preceptos
que el colegio propugna: “Disciplina”, “Honradez”, “Responsabilidad”.
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