domingo, 23 de julio de 2017

ORBITA HUAMALIANA

Domingo,, 23 de julio 2017
Cultural

Renato Cisneros presentará libro que recrea pasajes de sus ancestros en Huánuco

Cisneros presentará su nueva novela "Dejarás la tierra" en la Feria Internacional  del Libro de Lima, habla de Huánuco, la historia de un párroco y secretos guardados tras su celibato.



El periodista y escritor peruano Renato Cisneros presentará su nueva novela, “Dejarás la tierra”, en la próxima Feria Internacional del Libro de Lima (FIL-Lima), que tiene vinculaciones con Huánuco.
La nueva obra de Cisneros, quien reside en España, es la precuela de su anterior libro, “La distancia que nos separa”, que fue un éxito de ventas y crítica en su país.
En su nueva novela, Cisneros relata la historia de los hombres de su familia paterna, “figuras célebres que de niño admiraba sin saber en realidad nada de sus congestionadas vidas íntimas, ni del parecido que esas vidas guardan con su propia biografía”, según destacó Planeta.
“Al rastrear su árbol genealógico, espulgando a vivos y muertos, levanta secretos, derriba mitos e identifica patrones de conducta hasta reconstruir el auténtico carácter de los Cisneros”, agregó la editorial.

FRAGMENTO DE “DEJARÁS LA TIERRA”
A continuación presentamos un delante de la nueva novela de Renato Cisneros, publicado en El Dominical del diario El Comercio.
“La plaza de Huácar está escoltada por el templo de San Miguel Arcángel, el primer centro de evangelización de la región. Su campanario, oxidado y amarillo, es el mirador más alto de todo el valle. De lejos, la iglesia parece una basílica. De cerca, un retablo resquebrajado. Es el mismo templo donde Cartagena ofició durante años y que ya luego, desmoronado por chubascos y aguaceros, debió ser reconstruido y fortificado. En aquel campanario, además de anunciar los acontecimientos del pueblo golpeando el hierro de las campanas con el badajo, Gregorio escondía a los niños que escapaban del maltrato de padres alcohólicos y a los varones que huían de la tunda de algún marido cornudo.
Esa mañana nos atendió el párroco Víctor Fabián, un hombre bajo, cilíndrico y hablantín que arrastraba una túnica gigante que le borraba los pies, y avanzaba como un aparecido deslizándose sobre las mayólicas.
—Padre, buscamos unas partidas de bautizo —le informé después de darle los buenos días.
—¿De quiénes? —preguntó, hojeando unos papeles.
—De los primeros hijos de Nicolasa Cisneros —contestó el tío Gustavo.
—¿De qué años estamos hablando? —se interesó. Recién nos prestaba atención.
—Entre 1828 y 1837 —dije—. ¿Será posible hallarlas en el archivo de la iglesia?
—Imposible —contestó—. Los libros de la parroquia se quemaron en 1945, cuando estaba por aquí el padre Anatolio Trujillo.
—¿Qué ocurrió? —indagó el tío Gustavo.
—Fue un domingo. El parte oficial decía que un rayo incendió la parroquia, pero los ancianos de la comarca sospechaban del padre Anatolio porque ese día acabó la misa antes de la hora, decomisó las limosnas, botó a los feligreses y trancó las puertas. Una hora más tarde, después de robarse las coronas de la Virgen y las alhajas de San Miguel, le prendió fuego al templo. Pero eso se supo tiempo después. Al principio todo mundo creía que se trataba de un accidente.
—¿Cómo se enteraron de que el fuego había sido provocado?
—Un monaguillo murió carbonizado. Encontraron su cuerpecito abrazado a una columna. Un montón de huesos manchados. Cuando el padre Anatolio se enteró, no pudo cargar con la culpa y confesó todo.
—¿Quedó algo?
—El templo se salvó, pero el archivo no. Cenizas nomás quedaron.
En la plaza de Huácar hay un busto de Simón Bolívar y una placa herrumbrada que acredita su paso por este pueblo en 1823, año en que conoció a Gregorio Cartagena, convocándolo para que lo ayudara a engrosar su ejército.
El párroco Víctor Fabián dice que mucha gente lucra hasta hoy con el recuerdo de la visita del Libertador. «Las agencias de viaje han hecho un negocio de todo eso», se quejó esa mañana. Según él, hay montones de guías turísticos que timan a los extranjeros llevándolos a un cuartucho anexo a la iglesia donde les muestran una cama con dosel y columnas de bronce, y les cuentan que Bolívar durmió allí.
—Los gringos se lo creen y se toman fotos, pero es puro cuento para sacarles plata —nos dijo.
—De quién es la cama, entonces —preguntó el tío Gustavo.
—Un obispo de Ambo la donó a la parroquia hace treinta años. Era de una de sus abuelas, que murió de paperas. Nadie quería quedarse con la cama, por eso la trajo.
En los contornos, frente a la iglesia de San Miguel Arcángel, hay una botica mal abastecida que atiende las veinticuatro horas, una sastrería sin sastre, una comisaría sin comisario, y una bodega llamada Wilder, igual que su dueño, un hombre que atiende a los clientes sin moverse de su hamaca. El decorado del perímetro concluye con la escuela secundaria más importante de la localidad, ubicada frente al templo, en el jirón Comercio. Su nombre: “Institución Educativa Pública Gregorio Cartagena”. En el frontis, al lado de un escudo color aceituna, pueden leerse los preceptos que el colegio propugna: “Disciplina”, “Honradez”, “Responsabilidad”.

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