CULTURAL
JUAN BEZARES Y LA APERTURA DEL CAMINO AL VALLE DE MONZÓN
Juan Bezares fue un español,
procedente de La Rioja, que gracias a la actividad comercial que desarrollo en
Lima consiguió una fortuna de más de 30.000 pesos, con la noticias del interior del
territorio de Huamalíes, a través de un Español Matías Abadia que por mucho tiempo hizo vida de bárbaro
entre los Indios de los Andes vecinos á Guamalies, se interesó por conocer la región y por la posibilidad de
organizar una colonia allí. De tal forma, en 1785 llegó a Huamalíes y desde
allí por el Chavín y el Monzón, hasta Chicoplaya, adentrándose en la región que
los jesuitas habían ocupado y en la cual habían creado pueblos, muchos de los
cuales terminaron desapareciendo tras la expulsión de esos religiosos. En
Chicoplaya, un mísero e exiguo establecimiento, Juan Bezares levantó una
capilla, ya que había conducido hasta allí objetos para el culto religioso, e
incluso dos campanas portátiles, al mismo tiempo que se hizo acompañar por un
religioso mercedario para adoctrinar y confesar a los indios, a quien asignó de
su propio dinero un sueldo de 600 pesos.
Ante los ojos de Bezares se descubrió una región rica en
productos como la cascarilla o quina, el cacao, la vainilla, la coca, plantas
aromáticas e inmensos pastos. Un territorio que brindaba envidiables frutos
cuya explotación daría considerables beneficios, pero que se encontraba con el
incómodo escollo que suponía lo impenetrable de la región, por la falta de
caminos o vías, lo que hacía impracticable el comercio. Tal era así, que
Bezares describía en su memorial como al llegar a Chicoplaya sus habitantes se
sorprendieron al ver la mula que llevaba con él, prueba ello de la grande escases de comunicación, con sus
Párrocos, a causa de su gran distancia, lo fragoso de los caminos intermedios,
y de la improporción que tienen, para satisfacer los gastos mas justos por
pequeños que sean.
Por ello, este personaje vio necesaria la creación de un
camino para poder aprovechar los recursos de la Montaña Real, e investigó si
era posible tal proyecto. Partiendo de la existencia de una antigua vereda
concibió su plan, pues la cual allanada y convertida enun camino ancho y cómodo
podía hacer más factible la actividad comercial. De esta suerte
se decidió a esta empresa que devía principiarse en el
pueblo de Tantamayo avanzándose al recomendable obgeto de la población de
aquellos territorios para que aproximándose a la gran Pampa del Sacramento
pudiese la multitud de indios infieles que habitan reducirse a la católica fee,
y felicitarse con el recíproco comercio a que brindaba la proporción de los
navegables ríos que riegan aquellas Montañas.
Con el mapa22 que había formado del territorio mencionado,
pasó al gobierno del virrey Teodoro de Croix el proyecto de apertura, a su
costa, de un camino a los pueblos de la ceja de la Montaña. Para conseguir el
logro de ese ambicioso plan, manifestó al virrey que necesitaba
indispensablemente una serie de condiciones o ayudas. Por un lado que se le confiriese título de gobernador de los pueblos de esa
parte de la Montaña para que los indios de ellos, que quisiesen voluntariamenteparte de la
Montaña para que los indios de ellos, que quisiesen voluntariamente, asistiesen
a abrir el camino pagándoles su jornal diariamente en plata de contado. Pues,
de otra forma, explicaba, los subdelegados de las provincias le impedirían el
practicar semejante operación. En segundo lugar, que una vez abierto el camino
pudiese tanto él como cualquier otro comerciante comprar a los indios que
deseasen vender los frutos adquiridos de la montaña o cultivados en sus
tierras, por un precio justo y de contado. Ycomo tercera condición, que pasado dos años, que era lo que regulaba
necesario e indispensable para ejecutar lo que ofrecía, y reconocido su
trabajo, y los beneficios que reportaría tanto a naturales como al estado, se
le diese el premio sin duda, presentaba su proyecto como medio para explotar
económicamente esa región, incluyendo, lo que consideraba el paso previo a
ello, la inserción de sus indígenas en el sistema colonial a través de dos
conceptos reiterados en el discurso de esa época, evangelización y
civilización, en otras palabras la reducción de los indígenas. Puesto que
consideraba a los indios como la mayor riqueza del estado, y llega a decir: sin
su auxilio, es difícil progresar en cualquier objeto. No obstante, no
dejaba de tener a la vista que los medios adoptados hasta ese momento con tal
fin, expediciones militares y religiosas, habían supuesto a la Corona
cuantiosas pérdidas en personas y dinero, y una escasa compensación para las
poblaciones de la Montaña Real. Ciertamente, desde finales del siglo XVI, la
Corona fue consciente del fracaso de las acciones militares como mecanismo para
la incorporación de la Amazonía en el aparato colonial. Fue entonces, como
indica F. Santos, cuando la idea de una conquista evangélica reemplazó a la
de la conquista por la fuerza.24 Con todo, Bezares reclamaba, en esos
momentos, el protagonismo para la participación civil en la ocupación de ese
territorio. Ahora bien, los mecanismos de ocupación del territorio que esbozaba
eran coincidentes con los manejados por los misioneros franciscanos:
En prosecución de este camino, ir colocando las pequeñas reducciones
de indios (sembrados en grandes distancias) en lugares los mas cómodos, para sementeras
y cría de Ganados, (…) debe reducirse toda la atención, a civilizar estas
Gentes y hacerlas gustar las delicias del comercio para lo que se le darán
instrumentos de caza, pesca, cultivo y corte de árboles, cuyo uso no tardarán
en adoptar, viendo la necesidad que tendrán de el, para el logro de los efectos
que se les presentaran, por canje, o cambio de sus productos Patrios.
Efectivamente, podemos ver como para el control social
de la población indígena de ese espacio Bezares pretendía la reducción de los
indios, es decir, su congregación en pueblos. Y como táctica para atraerlos a esos
asentamientos trazaba la entrega de herramientas de trabajo a los nativos,
coincidiendo con la política seguida por los misioneros en la zona. El
facilitar herramientas a los indios se convirtió en una acción esencial en el
proceso de pacificación y reducción de esos indígenas,27 y
consiguientemente, en el establecimiento de un comercio recíproco con ellos.
Ahora bien, junto a las motivaciones inmediatas de
Bezares, el desarrollo de la actividad comercial en una región con amplias
posibilidades para ello; podemos inquirir en su proyecto las bases ideológicas
de su configuración, es decir, el pensamiento general en el que se inspira
nuestro comerciante para formularlo. Desde luego en su solicitud aparecen
explícitas referencias al pensamiento del economista Bernardo Ward,28 expuesto en la obra Proyecto económico (1779)29 referente a España e Indias, el cual adquirió
una notable influencia en la mentalidad reformista. Su argumentación, según
exponía Bezares, se reducía a la imaginable y pacifica unión con los (Individuos),
digo Indios, logrando en virtud de ella un Comercio exclusivoLa expansión del comercio se
convirtió en un punto central de la política reformista borbónica, ya que
mediante ese crecimiento se pretendía revitalizar el Imperio. Consecuentemente,
en esa recuperación jugaba un papel trascendental los territorios de ultramar.
Algo, como explicaba Bezares, que no era nuevo, pues era el sistema aplicado
por los franceses. Estos tenían en sus posesiones coloniales un proveedor de
materias primas, un mercado y por añadidura una fuente de recursos impositivos.
La solicitud de Juan Bezares le
pareció al virrey desde luego ventajosa, mas antes de tomar una resolución al
respecto requirió tanto al fiscal como al gobernador intendente de la provincia
de Tarma (en cuya jurisdicción se hallaba el partido de Huamalíes) que
informasen sobre lo que les pareciese tal empresa. El primero de ellos, el
fiscal, en su contestación observaba el proyecto como útil y ventajoso al Estado,
y digno de protegerse y fomentarse conforme a las leyes.34 Por su parte, el intendente de Tarma al
recibir oficio del virrey sobre el caso de Bezares, pasó la misma instancia al
padre guardián del Colegio de Ocopa, Manuel de Sobreviela, para que con el conocimiento
que podía haber adquirido en la visita que acababa de hacer a la Montaña, le
participase lo que considerase conveniente.
Es interesante la oposición que
exteriorizó Manuel de Sobreviela, quien a un mismo tiempo, reconocía en el
proyecto de Bezares dos fines muy atractivos: el fomento de los indios de
conversiones que habitan en Caxamarquilla o Huamalíes, para establecer con
ellos el comercio de los productos de esa tierra, y por otro lado el catolicismo
de las poblaciones bárbaras que se ubican al Oriente de la Montaña de los
Andes, en la Pampa del Sacramento. Pero, a pesar de ello, cuestionó el
propósito de Bezares basándose en dos argumentos que consideraba centrales en
la cuestión tratada. En primer lugar estipulaba que el camino que se pretendía
abrir desde Tantamayo a Chicoplaya era inútil, pues en cuanto miraba a
facilitar el comercio de los frutos de la Montaña, y a la conversión de los
gentiles, ya había él facilitado para esos fines un nuevo camino por la vía de
Huanuco,40 el cual dice ser más corto,
cómodo y proporcionado para el comercio que el que se pretendía realizar. Y en
segundo lugar, exhortaba sobre la imposibilidad de la realización del camino de
Bezares, así como de la fundación de poblaciones desde Chicoplaya a la Pampa
del Sacramento, debido a la escasez de población y a la escabrosidad y maleza
de la zona, así como a la mucha distancia que mediaba entre esos dos puntos.
Señaló, al mismo tiempo, la falta de conocimiento de la Montaña de Huamalíes y
de los habitantes de sus pueblos de conversiones por parte de Juan Bezares,
afirmando que en el mapa que adjuntaba nuestro personaje a su plan, no había ni
un solo pueblo colocado en su lugar.
Tras esos informes, y por Real acuerdo
de septiembre de 1788,43 se
determinó comisionar a Juan Bezares para que procediese a abrir el camino
proyectado, a más de descubrir y poblar el territorio pretendido, todo ello a
su costa y sin que la Real Hacienda corriera con ningún gasto. Se le nombró,
únicamente, justicia mayor de Chavín de Pariarca, del partido de Huamalíes,44 por dos años, sin salario. Un nombramiento
en calidad de interinidad, y “por vía de tentativa”, que si llegase a ser en
propiedad estaría libre del pago de la media annata por tratarse de un oficio
de nueva creación.45
Quedaba, asimismo,
como responsable de los tributos de los indios del territorio que ocupase, con
la obligación de remitir al gobierno de Lima un diario cada seis meses del
estado de sus actividades.
El nuevo cargo que tenía que desempeñar Bezares no va a
estar exento de la debida orientación u ordenanzas para el manejo del mismo. De
esta manera se le proveyó de una instrucción, que debía acatar con esmero,
conformada por 14 artículos:
1. Debía, en primer lugar,
presentarse ante el gobernador intendente de Tarma para que informado éste de
lo que se le prevenía en su Título y en la Instrucción le entregase el padrón de los indios tributarios de la
Doctrina de Chavín.
2. Tras la toma de posesión de
su empleo debía hacer una demarcación precisa, y cumplida del terreno por donde
se proyectaba la obra del camino, proporcionando nombre a los diferentes
lugares del trayecto, especificando donde se deberían construir rancheríos o
necesarios puentes.
3. No haría uso de la vía
violenta y agresiva, que pudiese inquietar a los indios infieles, por el
contrario trataría de instruirlos a través de intérpretes que llevaría consigo.
4. En esos trabajos realizados de su peculio,
no emplearía más que a los que voluntariamente concurriesen, pudiendo con la
ayuda del intendente destinar en esa labor a los vagos y mal entretenidos.
5. Daría razón de todo lo ejecutado, detallando y documentando la evolución
de las operaciones
6. En esas relaciones debería indicar las
calidades del terreno, los árboles, plantas, animales, etc., así, tal y como
expresa la Instrucción, las inclinaciones que observe en los indios, a
los cuales debía atraer al comercio, para pasar a su conversión por parte de
los misioneros.
7. A los operarios que emplease en las
labores de construcción del camino, y relativas, podría dar efectos a precios
moderados, pero sin hacer repartimiento entre los indios de Chavín e
inmediaciones, si bien con los infieles le quedaba libre el arbitrio de
entablar con ellos comercio para atraerlos.
8. Que conforme vaya avanzando haga rancherías para el alojamiento de los
indios que “se domestiquen”, proporcionándoles tierras para sembrar, y
procurando crear interés y deseos de seguir una vida sociable, pero todo ha
de ejecutarlo sin increpaciones ni el menor indicio de violencia, valiéndose de
los que ellos reconocen por jefes y superiores para que sea más fácil el logro.
9. A los reducidos no se les impondría ningún
gravamen, ni se les perjudicaría.
10. Debía obligatoriamente realizar una lista
de todos los indios y castas que se congregasen en los pueblos confinantes, la
cual se pasaría al intendente de Tarma y al virrey.
11. Igualmente debía formar y remitir otra
relación de los indios infieles posibles de reducir.
12. Informaría de cualquier desorden o
estorbo en su proyecto de apertura del camino.
13. En los informes debía también expresar donde sería conveniente hacer
poblaciones y construir algunos fuertes que las asegurasen en lo sucesivo.
14. Todas las dudas que le
fuesen surgiendo debía manifestarlas al intendente de Tarma, e informar al
virrey. Y que por su servicio a la corona se le franquearía con los apropiados
premios.
Con estas ordenanzas, a las que se comprometía sujetarse,
comenzó la misión en abril de 1789, por el pueblo llamado Urpis. Tuvo que abrir
tajos, romper algunos cerros de piedra viva, talar montes escabrosos, y en las
depresiones conocidas como sartenejas formó estacadas y terraplenes, y así
llegó hasta el Puente de Chinchima que está junto al río Monzón.
En diez meses logró penetrar hasta Chicoplaya y otros
lugares más avanzados, abriendo un camino por el que se pudiese transitar sin
peligro. Había abierto 11 leguas de camino, trabajando en ello 100 hombres que
contaban con el aliciente de una buena paga. Se realizaron varios puentes, uno
en el río de Santa Rosa, otro en el de Tanamayo y otro en el arroyo
Xincartambo, e incluso se desaguó la laguna conocida como Negrococha. Y en su
afán por colonizar la región48 construyó un tambo y varias chacras, además de la
introducción de ganado bovino de fácil adaptación al medio por la existencia de
inmensos herbazales.
Así pues en el periodo de gobierno del virrey Francisco
Gil, Bezares manifestó con fecha de 22 de enero de 1790, haber concluido su
trabajo, informando de la cuantía que le había supuesto, unos 2.941 pesos y de
la falta sólo de dos leguas de vía para llegar al río de Llanamallo.
Comunicando al virrey el 18 de febrero de 1790 la conclusión de dicho camino,
montando los gastos ya a 3.648 pesos 2 reales.
El principal objetivo que había movido a Bezares en la
realización de su empresa, como ya hemos señalado, fue el de explotar los
recursos naturales de esa zona de la selva amazónica, un móvil claramente
económico, aunque nunca se dejó de mencionar el fin evangelizador (entendido
como civilizador) de los indígenas de ese territorio sumergidos, en su
antigua miseria y barbarie.49 Metas, ambas, presentes en la ocupación del medio amazónico, junto al
interés geopolítico del Estado por ese espacio de frontera externa50, pues no hemos de olvidar el temor
existente ante la expansión de los portugueses, con la posibilidad de que se
apoderasen de las Pampas del Sacramento, y por tanto, de sus numerosos
productos naturales. De tal manera las misiones y reducciones tuvieron un
significativo papel estratégico, resultaban particularmente valiosos a la
hora de detectar cualquier anomalía en la frontera.
Entre los frutos deseados de la Montaña, se encontraba la
quina, árbol propio de América, cuya corteza se conocía como cascarilla, o los
polvos de la Condesa,52 empleada
en la cura de enfermedades, gracias a sus propiedades medicinales. En el Perú
existían cuatro tipos: anaranjada, colorada, amarilla y blanca, si bien, el
hecho de que para obtener su corteza se destruyera el árbol ocasionó la
completa desaparición de sus hábitats naturales. Con su camino Bezares facilitó
el acceso a arboledas donde se encontraban quinas o árboles de la fiebre, de
tal forma en el relato que de sus trabajos se hizo en el Mercurio Peruano53 de 1791 se subraya ese hecho y así se lee:
Halló por fin lo
que tanto se ha encargado de la corte: es decir, la Quina amarilla llamada allí
de Calisaya, que se había contemplado peculiar de solo los Yungas de la Paz, y
que traída ya por Bezares, se halla ser de la misma especie y actividad que
ella.
Pero no sólo encontró quina,
sino que con esta empresa se descubrieron árboles desconocidos hasta ese
momento, de excelentes maderas; plantas enredaderas, aplicadas por los indios
para combatir el reumatismo; gusanos llamados por los indígenas “sustillos”,
similares al gusano de seda, que producían un papel ignorado hasta entonces por
los naturalistas; y otras especies vegetales.
Con el camino concluido se
envió el expediente a Manuel Sobreviela en 1790 para que examinase la obra e
informase al virrey. Y, de esta suerte, es como nos encontramos al guardián del
colegio de Ocopa recorriendo el camino abierto por el justicia mayor de Chavín.
El diario de ese viaje aparece recogido por B. Izaguirre en su Historia de las
Misiones Franciscanas.55 Además
de lo observado por sí mismo, en cada pueblo donde llegó (Chicoplaya, Monzón,
Chipaco, Tantamayo, etc) Sobreviela se informó de lo que les parecía el nuevo
camino de Bezares. Y en Chavín pudo conversar con el justicia mayor Bezares, a
quien manifestó el concepto que se había formado de la mencionada vía, le
señaló que: en algunas partes necesitaba de composición; que en las demás
era útil para la entrada a los valles de Arancay, Conchucos, Huacaybamba y
Xican. Su dictamen final fue más amplio y detallado, pero con él aprobaba
la labor de
Bezares pese a su inicial
negativa a la misma. De su reconocimiento resaltó, en primer lugar, ser el
nuevo camino mejor que el antiguo, aunque las aguas hubiesen provocado algunos
estragos. En segunda instancia, que era más largo que el anterior, pero para
algunos pueblos, como los ya señalados, resultaba más cómodo. Y por otro lado,
no desistió de elevar sugerencias, precisamente ante la nueva obra que
proyectaba Bezares, la realización de otro camino desde Chavín a Urpis, a
través de la quebrada del río Marañón, apuntaba como necesario precisar la
compensación existente entre su utilidad y el gasto y trabajo invertido para su
realización. Asimismo apuntaba a la posibilidad del establecimiento de un
pequeño pueblo en el lugar de Chapacra, que actuase como lugar de descanso para
los transeúntes, y donde se pudiesen formar chacras de cacao, caña, añil y
otros frutos. Y aludía, de igual forma, a la viabilidad del aumento del número
de cabezas de ganado, pues había observado abundantes pajonales.
Con la aquiescencia que ofrecía
el examen de Sobreviela, se le reconoció a Bezares, por decreto de 23 de mayo
de 1791, su dedicación y se resolvía que fundará un nuevo pueblo en el sitio de
Chapacra,56 como había esbozado el guardián
de Ocopa. El encomio a su trabajo repercutió en nuestro personaje al punto que
se lanzó a abrir otro camino que uniría Chavín con Xicán por la orilla del
Marañón, con el fin de reducir las 8 leguas de peligrosas pendientes que
separaban ambos puntos a cuatro cómodas leguas.57 Inició esa obra empleando grandes piedras cuadrilongas,
obtenidas en la región.
No obstante, salvada, en un principio, la oposición de M.
Sobreviela, continuaron existieron detractores del proyecto de Bezares.
Precisamente se encontraba rompiendo y allanado ese otro camino aludido,58 cuando el virrey Francisco Gil lo llamó a la
capital para que diese cuenta de sus trabajos.59
La causa de ese primer llamamiento, por el
año 1790, según apuntaba Gil en su informe virreinal se derivó de unas
Ynformaciones dirigidas por el Subdelegado que fue del Partido de Guamalíes D.
Jose de Vidurrizaga a influxos de Don Juan de Chavarría, Hacendado de dicho
Partido60 que
acusaban a Bezares de abusos y excesos.61 Si bien señalaba el virrey Gil que por decreto de 28 de
febrero de 1792 se le restituyó, y además se le amplió su jurisdicción de
Chavín con las doctrinas de Guicabamba, Guacrachuco y valle de Arancay.
No sabemos si llegó, en ese momento, a regresar a Chavín
de Pariarca pues las acusaciones se repitieron al tiempo que se agravaban. En
efecto, se recibió una Real Cédula, expedida en Madrid en enero de 1792, que
ordenaba examinar en junta de tribunales el asunto para su resolución.
Respondía ese mandato real a lo notificado por el fraile Pedro González Agüero,
misionero franciscano (que había regresado a Madrid en la década de los 80)
contra los proyectos del riojano, a los que calificaba de inútiles y nocivos.
A comienzos de 1793, y como resultado de lo resuelto por
la mencionada junta, se dispuso que el gobernador intendente de Tarma junto al
subdelegado del partido de Huamalíes realizasen un reconocimiento del
mencionado camino, que se demoró en el tiempo. Ante lo cual, en julio de 1794,
Bezares se presentó en la capital con dos planes relativos a su proyecto, y
certificaciones de la edificación de una iglesia en el pueblo fundado en el
sitio de Chapacra, que había recibido el nombre de San Pablo de Chapacra. A más
de solicitar que interviniesen también como informadores el misionero Mauricio
Gallardo, y el que fue encargado de la renta de tabacos de Huánuco, Manuel de
Alcarraz.
En consecuencia, los cuadernos de la causa se fueron
agrandando, en muchas de
Sus líneas con incidencias de ninguna trascendencia. Pese
a ello, solo disponemos, en cuanto al desenlace de la cuestión, el breve
epílogo que el virrey Gil nos trasmite en su memoria de gobierno. Donde nos
percatamos de como las dudas que planeaban sobre la conducta y labor de Bezares
fueron acrecentándose con el paso del tiempo, según y conforme al juego de
intereses que se desplegó en esa región, por el posible control de sus
productos, cada vez más apreciados, y por tanto, más lucrativo el comercio de
los mismos.
Mientras tanto Bezares había sido separado de su ministerio a la espera de
la resolución final, que no llegó hasta el 3 de septiembre de 1795. Fecha en la
cual se resolvió la continuación por parte de Bezares de la apertura del nuevo
camino; la ampliación de su autoridad a otros territorios, indicados ya en el
decreto de febrero del 92; la debida cooperación en dichos trabajos del guardián
de Ocopa; la avenencia y calma por parte de Juan de Echeverría, y el
otorgamiento de las recompensas que el rey determinase a Juan Bezares. Del
cumplimiento de esos artículos quedaban encargados tanto el intendente de Tarma
como el subdelegado de Huamalíes.
Realmente, pocas fueron las recompensas concedidas a
Bezares por su sacrificada y provechosa labor, si bien, como hemos vislumbrado,
tuvo que hacer frente a múltiples controversias.
Volvemos a tener noticias de este personaje un año
después, en septiembre de 1796. En ese momento era él quien se ponía en
contacto con el virrey, comunicándole las incidencias ocurridas en Chavín de
Pariarca, donde había tenido lugar por esa fecha un incendio, en el cual ardió
su residencia, la del cura, la Iglesia y varias casas de indios, los cuales se
habían quedado sin techo. De tal manera, solicitaba al virrey, en nombre de
esos indios, que determinase para ellos la contribución de alguna cantidad de
dinero de la caja común de censos, y se les eximiese por un año del pago de
tributos.64 No
obstante, también en esta ocasión la causa se alargará en el tiempo, pues se
tuvieron que realizar declaraciones a distintos personajes del pueblo con el
fin de confirmar el suceso del incendio, e individualizar sus estragos.65 Llegándose a enviar el expediente para su
resolución final al monarca.
Consideraciones
finales
Escribía A. Gerbi, desde
una perspectiva simbólica, que el Perú era un camino.67 Es evidente la
importante red de caminos incaicos que lo vertebraron de norte a sur en un
primer momento, y las concurridas comunicaciones terrestres del periodo
colonial, de este a oeste, por los “Caminos de la Plata” y la ruta del azogue.68 Unos sistemas
viales que respondían a la realidad económica y administrativa imperante. Por
tanto, la articulación del territorio a través de las redes de comunicación se
nos descubre como un indicativo más de la jerarquización de los
espacios-regiones dentro de una realidad estatal. De tal manera, la Montaña,
estribaciones orientales de los Andes, sin grandes riquezas metálicas que
pudiesen ser apropiadas y explotadas por los españoles, terminó conformándose
como un espacio marginal alejado de los importantes centros económicos andinos
que concentraron la red vial hispana en el virreinato peruano. Pero aparte de
permitirnos establecer, rápidamente, esa jerarquización de espacios, el avance
de la expansión de las comunicaciones nos revela, como observan F. Santos y F.
Barclay, el ritmo de articulación interna entre zonas del mismo espacio y su
articulación externa con los mercados o ámbitos de poder que lo comprende.
La escasa articulación
interna y externa de ese territorio incitó y determinó la propuesta de Juan
Bezares. Su iniciativa nos evidencia que junto a la labor pionera de los
misioneros en la ocupación de esa región central de la selva amazónica peruana,
intervinieron en ella agentes provenientes de la sociedad civil. Agentes de
ocupación, unos y otros, que pretendían, con diversos fines, la integración de
los indígenas de ese espacio en el sistema colonial. Ello pasaba por la
evangelización y civilización de los mismos, con la consiguiente
desestructuración de sus sociedades, ya que conllevaba la adopción de nuevas
estrategias económicas, enteramente opuestas a las de la economía tradicional
indígena, y nuevos valores culturales.
Todo ello muestra, que el proyecto de apertura de este
camino no fue meramente una contribución a la articulación interna y externa de
ese territorio, sino que, ubicado en los marcos de la política reformista,
respondía a las coordenadas de la reorganización económica de las posesiones
españolas. Procuraba englobar una zona peruana secundaria en los circuitos
comerciales, para explotar plenamente sus copiosas producciones. Una región
ocupada por poblaciones indígenas, para las que también había cabida en el
proyecto que estudiamos, a ellas les asignaba Bezares un imprescindible papel
en la construcción del camino, y para los intercambios de los productos
autóctonos no desatendía la utilidad de los indios.
A pesar de estar el plan de Bezares en la línea de lo dispuesto por la
nueva política económica, y de reforma en general, desplegada en la segunda
mitad del siglo XVIII, no dejaron de aparecer en escena impugnadores del mismo.
De tal forma, nos aparece ese territorio, pese a su relativa marginalidad, como
un tablero de ajedrez, donde los movimientos respondían a los intereses, no del
todo manifiestos, de determinados grupos por el control en la ocupación y
colonización de la región, y por tanto, de los beneficios de la actividad
mercantil. Bezares, incluso, procuró jurisdicción política, pese a ello, tal
vez la oposición circunstancial de los franciscanos se debiera al hecho de ver
en él un osado competidor, pues ofrecía a la Corona un compromiso similar al de
ellos, pero sin ningún coste para los fondos reales.
Concluyendo, la
iniciativa de Bezares, y su ejecución, nos pone sobre la mesa la marginalización
de la montaña real durante la etapa de dominación española frente a las zonas
que concentraron la atención de la administración hispana. Un puesto que, de
igual forma, ha ocupado esa región en la historiografía.
FUENTE:
Isabel Povea Moreno
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