lunes, 5 de marzo de 2018

ORBITA HUAMALIANA

Domingo, 4 de marzo 2018
 CULTURAL

       JUAN BEZARES  Y LA APERTURA DEL CAMINO AL VALLE DE MONZÓN
Juan Bezares fue un español, procedente de La Rioja, que gracias a la actividad comercial que desarrollo en Lima consiguió una fortuna de más de 30.000 pesos, con la noticias del interior del territorio de Huamalíes, a través de un Español Matías Abadia  que por mucho tiempo hizo vida de bárbaro entre los Indios de los Andes vecinos á Guamalies, se interesó por conocer la región y por la posibilidad de organizar una colonia allí. De tal forma, en 1785 llegó a Huamalíes y desde allí por el Chavín y el Monzón, hasta Chicoplaya, adentrándose en la región que los jesuitas habían ocupado y en la cual habían creado pueblos, muchos de los cuales terminaron desapareciendo tras la expulsión de esos religiosos. En Chicoplaya, un mísero e exiguo establecimiento, Juan Bezares levantó una capilla, ya que había conducido hasta allí objetos para el culto religioso, e incluso dos campanas portátiles, al mismo tiempo que se hizo acompañar por un religioso mercedario para adoctrinar y confesar a los indios, a quien asignó de su propio dinero un sueldo de 600 pesos.

Ante los ojos de Bezares se descubrió una región rica en productos como la cascarilla o quina, el cacao, la vainilla, la coca, plantas aromáticas e inmensos pastos. Un territorio que brindaba envidiables frutos cuya explotación daría considerables beneficios, pero que se encontraba con el incómodo escollo que suponía lo impenetrable de la región, por la falta de caminos o vías, lo que hacía impracticable el comercio. Tal era así, que Bezares describía en su memorial como al llegar a Chicoplaya sus habitantes se sorprendieron al ver la mula que llevaba con él, prueba ello de la grande escases de comunicación, con sus Párrocos, a causa de su gran distancia, lo fragoso de los caminos intermedios, y de la improporción que tienen, para satisfacer los gastos mas justos por pequeños que sean.

Por ello, este personaje vio necesaria la creación de un camino para poder aprovechar los recursos de la Montaña Real, e investigó si era posible tal proyecto. Partiendo de la existencia de una antigua vereda concibió su plan, pues la cual allanada y convertida enun camino ancho y cómodo podía hacer más factible la actividad comercial. De esta suerte
se decidió a esta empresa que devía principiarse en el pueblo de Tantamayo avanzándose al recomendable obgeto de la población de aquellos territorios para que aproximándose a la gran Pampa del Sacramento pudiese la multitud de indios infieles que habitan reducirse a la católica fee, y felicitarse con el recíproco comercio a que brindaba la proporción de los navegables ríos que riegan aquellas Montañas.

Con el mapa22 que había formado del territorio mencionado, pasó al gobierno del virrey Teodoro de Croix el proyecto de apertura, a su costa, de un camino a los pueblos de la ceja de la Montaña. Para conseguir el logro de ese ambicioso plan, manifestó al virrey que necesitaba indispensablemente una serie de condiciones o ayudas. Por un lado que se le confiriese título de gobernador de los pueblos de esa parte de la Montaña para que los indios de ellos, que quisiesen voluntariamenteparte de la Montaña para que los indios de ellos, que quisiesen voluntariamente, asistiesen a abrir el camino pagándoles su jornal diariamente en plata de contado. Pues, de otra forma, explicaba, los subdelegados de las provincias le impedirían el practicar semejante operación. En segundo lugar, que una vez abierto el camino pudiese tanto él como cualquier otro comerciante comprar a los indios que deseasen vender los frutos adquiridos de la montaña o cultivados en sus tierras, por un precio justo y de contado. Ycomo tercera condición, que pasado dos años, que era lo que regulaba necesario e indispensable para ejecutar lo que ofrecía, y reconocido su trabajo, y los beneficios que reportaría tanto a naturales como al estado, se le diese el premio sin duda, presentaba su proyecto como medio para explotar económicamente esa región, incluyendo, lo que consideraba el paso previo a ello, la inserción de sus indígenas en el sistema colonial a través de dos conceptos reiterados en el discurso de esa época, evangelización y civilización, en otras palabras la reducción de los indígenas. Puesto que consideraba a los indios como la mayor riqueza del estado, y llega a decir: sin su auxilio, es difícil progresar en cualquier objeto. No obstante, no dejaba de tener a la vista que los medios adoptados hasta ese momento con tal fin, expediciones militares y religiosas, habían supuesto a la Corona cuantiosas pérdidas en personas y dinero, y una escasa compensación para las poblaciones de la Montaña Real. Ciertamente, desde finales del siglo XVI, la Corona fue consciente del fracaso de las acciones militares como mecanismo para la incorporación de la Amazonía en el aparato colonial. Fue entonces, como indica F. Santos, cuando la idea de una conquista evangélica reemplazó a la de la conquista por la fuerza.24 Con todo, Bezares reclamaba, en esos momentos, el protagonismo para la participación civil en la ocupación de ese territorio. Ahora bien, los mecanismos de ocupación del territorio que esbozaba eran coincidentes con los manejados por los misioneros franciscanos:
En prosecución de este camino, ir colocando las pequeñas reducciones de indios (sembrados en grandes distancias) en lugares los mas cómodos, para sementeras y cría de Ganados, (…) debe reducirse toda la atención, a civilizar estas Gentes y hacerlas gustar las delicias del comercio para lo que se le darán instrumentos de caza, pesca, cultivo y corte de árboles, cuyo uso no tardarán en adoptar, viendo la necesidad que tendrán de el, para el logro de los efectos que se les presentaran, por canje, o cambio de sus productos Patrios.

Efectivamente, podemos ver como para el control social de la población indígena de ese espacio Bezares pretendía la reducción de los indios, es decir, su congregación en pueblos. Y como táctica para atraerlos a esos asentamientos trazaba la entrega de herramientas de trabajo a los nativos, coincidiendo con la política seguida por los misioneros en la zona. El facilitar herramientas a los indios se convirtió en una acción esencial en el proceso de pacificación y reducción de esos indígenas,27 y consiguientemente, en el establecimiento de un comercio recíproco con ellos.

Ahora bien, junto a las motivaciones inmediatas de Bezares, el desarrollo de la actividad comercial en una región con amplias posibilidades para ello; podemos inquirir en su proyecto las bases ideológicas de su configuración, es decir, el pensamiento general en el que se inspira nuestro comerciante para formularlo. Desde luego en su solicitud aparecen explícitas referencias al pensamiento del economista Bernardo Ward,28 expuesto en la obra Proyecto económico (1779)29 referente a España e Indias, el cual adquirió una notable influencia en la mentalidad reformista. Su argumentación, según exponía Bezares, se reducía a la imaginable y pacifica unión con los (Individuos), digo Indios, logrando en virtud de ella un Comercio exclusivoLa expansión del comercio se convirtió en un punto central de la política reformista borbónica, ya que mediante ese crecimiento se pretendía revitalizar el Imperio. Consecuentemente, en esa recuperación jugaba un papel trascendental los territorios de ultramar. Algo, como explicaba Bezares, que no era nuevo, pues era el sistema aplicado por los franceses. Estos tenían en sus posesiones coloniales un proveedor de materias primas, un mercado y por añadidura una fuente de recursos impositivos.

La solicitud de Juan Bezares le pareció al virrey desde luego ventajosa, mas antes de tomar una resolución al respecto requirió tanto al fiscal como al gobernador intendente de la provincia de Tarma (en cuya jurisdicción se hallaba el partido de Huamalíes) que informasen sobre lo que les pareciese tal empresa. El primero de ellos, el fiscal, en su contestación observaba el proyecto como útil y ventajoso al Estado, y digno de protegerse y fomentarse conforme a las leyes.34 Por su parte, el intendente de Tarma al recibir oficio del virrey sobre el caso de Bezares, pasó la misma instancia al padre guardián del Colegio de Ocopa, Manuel de Sobreviela, para que con el conocimiento que podía haber adquirido en la visita que acababa de hacer a la Montaña, le participase lo que considerase conveniente.
Es interesante la oposición que exteriorizó Manuel de Sobreviela, quien a un mismo tiempo, reconocía en el proyecto de Bezares dos fines muy atractivos: el fomento de los indios de conversiones que habitan en Caxamarquilla o Huamalíes, para establecer con ellos el comercio de los productos de esa tierra, y por otro lado el catolicismo de las poblaciones bárbaras que se ubican al Oriente de la Montaña de los Andes, en la Pampa del Sacramento. Pero, a pesar de ello, cuestionó el propósito de Bezares basándose en dos argumentos que consideraba centrales en la cuestión tratada. En primer lugar estipulaba que el camino que se pretendía abrir desde Tantamayo a Chicoplaya era inútil, pues en cuanto miraba a facilitar el comercio de los frutos de la Montaña, y a la conversión de los gentiles, ya había él facilitado para esos fines un nuevo camino por la vía de Huanuco,40 el cual dice ser más corto, cómodo y proporcionado para el comercio que el que se pretendía realizar. Y en segundo lugar, exhortaba sobre la imposibilidad de la realización del camino de Bezares, así como de la fundación de poblaciones desde Chicoplaya a la Pampa del Sacramento, debido a la escasez de población y a la escabrosidad y maleza de la zona, así como a la mucha distancia que mediaba entre esos dos puntos. Señaló, al mismo tiempo, la falta de conocimiento de la Montaña de Huamalíes y de los habitantes de sus pueblos de conversiones por parte de Juan Bezares, afirmando que en el mapa que adjuntaba nuestro personaje a su plan, no había ni un solo pueblo colocado en su lugar.

Tras esos informes, y por Real acuerdo de septiembre de 1788,43 se determinó comisionar a Juan Bezares para que procediese a abrir el camino proyectado, a más de descubrir y poblar el territorio pretendido, todo ello a su costa y sin que la Real Hacienda corriera con ningún gasto. Se le nombró, únicamente, justicia mayor de Chavín de Pariarca, del partido de Huamalíes,44 por dos años, sin salario. Un nombramiento en calidad de interinidad, y “por vía de tentativa”, que si llegase a ser en propiedad estaría libre del pago de la media annata por tratarse de un oficio de nueva creación.45 Quedaba, asimismo, como responsable de los tributos de los indios del territorio que ocupase, con la obligación de remitir al gobierno de Lima un diario cada seis meses del estado de sus actividades.

El nuevo cargo que tenía que desempeñar Bezares no va a estar exento de la debida orientación u ordenanzas para el manejo del mismo. De esta manera se le proveyó de una instrucción, que debía acatar con esmero, conformada por 14 artículos:

1. Debía, en primer lugar, presentarse ante el gobernador intendente de Tarma para que informado éste de lo que se le prevenía en su Título y en la Instrucción le entregase  el padrón de los indios tributarios de la Doctrina de Chavín.
2. Tras la toma de posesión de su empleo debía hacer una demarcación precisa, y cumplida del terreno por donde se proyectaba la obra del camino, proporcionando nombre a los diferentes lugares del trayecto, especificando donde se deberían construir rancheríos o necesarios puentes.
3. No haría uso de la vía violenta y agresiva, que pudiese inquietar a los indios infieles, por el contrario trataría de instruirlos a través de intérpretes que llevaría consigo.
4. En esos trabajos realizados de su peculio, no emplearía más que a los que voluntariamente concurriesen, pudiendo con la ayuda del intendente destinar en esa labor a los vagos y mal entretenidos.
5. Daría razón de todo lo ejecutado, detallando y documentando la evolución de las operaciones
6. En esas relaciones debería indicar las calidades del terreno, los árboles, plantas, animales, etc., así, tal y como expresa la Instrucción, las inclinaciones que observe en los indios, a los cuales debía atraer al comercio, para pasar a su conversión por parte de los misioneros.
7. A los operarios que emplease en las labores de construcción del camino, y relativas, podría dar efectos a precios moderados, pero sin hacer repartimiento entre los indios de Chavín e inmediaciones, si bien con los infieles le quedaba libre el arbitrio de entablar con ellos comercio para atraerlos.
8. Que conforme vaya avanzando haga rancherías para el alojamiento de los indios que “se domestiquen”, proporcionándoles tierras para sembrar, y procurando crear interés y deseos de seguir una vida sociable, pero todo ha de ejecutarlo sin increpaciones ni el menor indicio de violencia, valiéndose de los que ellos reconocen por jefes y superiores para que sea más fácil el logro.
9. A los reducidos no se les impondría ningún gravamen, ni se les perjudicaría.
10. Debía obligatoriamente realizar una lista de todos los indios y castas que se congregasen en los pueblos confinantes, la cual se pasaría al intendente de Tarma y al virrey.
11. Igualmente debía formar y remitir otra relación de los indios infieles posibles de reducir.
12. Informaría de cualquier desorden o estorbo en su proyecto de apertura del camino.
13. En los informes debía también expresar donde sería conveniente hacer poblaciones y construir algunos fuertes que las asegurasen en lo sucesivo.

14. Todas las dudas que le fuesen surgiendo debía manifestarlas al intendente de Tarma, e informar al virrey. Y que por su servicio a la corona se le franquearía con los apropiados premios.

Con estas ordenanzas, a las que se comprometía sujetarse, comenzó la misión en abril de 1789, por el pueblo llamado Urpis. Tuvo que abrir tajos, romper algunos cerros de piedra viva, talar montes escabrosos, y en las depresiones conocidas como sartenejas formó estacadas y terraplenes, y así llegó hasta el Puente de Chinchima que está junto al río Monzón.
En diez meses logró penetrar hasta Chicoplaya y otros lugares más avanzados, abriendo un camino por el que se pudiese transitar sin peligro. Había abierto 11 leguas de camino, trabajando en ello 100 hombres que contaban con el aliciente de una buena paga. Se realizaron varios puentes, uno en el río de Santa Rosa, otro en el de Tanamayo y otro en el arroyo Xincartambo, e incluso se desaguó la laguna conocida como Negrococha. Y en su afán por colonizar la región48 construyó un tambo y varias chacras, además de la introducción de ganado bovino de fácil adaptación al medio por la existencia de inmensos herbazales.

Así pues en el periodo de gobierno del virrey Francisco Gil, Bezares manifestó con fecha de 22 de enero de 1790, haber concluido su trabajo, informando de la cuantía que le había supuesto, unos 2.941 pesos y de la falta sólo de dos leguas de vía para llegar al río de Llanamallo. Comunicando al virrey el 18 de febrero de 1790 la conclusión de dicho camino, montando los gastos ya a 3.648 pesos 2 reales.
El principal objetivo que había movido a Bezares en la realización de su empresa, como ya hemos señalado, fue el de explotar los recursos naturales de esa zona de la selva amazónica, un móvil claramente económico, aunque nunca se dejó de mencionar el fin evangelizador (entendido como civilizador) de los indígenas de ese territorio sumergidos, en su antigua miseria y barbarie.49 Metas, ambas, presentes en la ocupación del medio amazónico, junto al interés geopolítico del Estado por ese espacio de frontera externa50, pues no hemos de olvidar el temor existente ante la expansión de los portugueses, con la posibilidad de que se apoderasen de las Pampas del Sacramento, y por tanto, de sus numerosos productos naturales. De tal manera las misiones y reducciones tuvieron un significativo papel estratégico, resultaban particularmente valiosos a la hora de detectar cualquier anomalía en la frontera.

Entre los frutos deseados de la Montaña, se encontraba la quina, árbol propio de América, cuya corteza se conocía como cascarilla, o los polvos de la Condesa,52 empleada en la cura de enfermedades, gracias a sus propiedades medicinales. En el Perú existían cuatro tipos: anaranjada, colorada, amarilla y blanca, si bien, el hecho de que para obtener su corteza se destruyera el árbol ocasionó la completa desaparición de sus hábitats naturales. Con su camino Bezares facilitó el acceso a arboledas donde se encontraban quinas o árboles de la fiebre, de tal forma en el relato que de sus trabajos se hizo en el Mercurio Peruano53 de 1791 se subraya ese hecho y así se lee:
Halló por fin lo que tanto se ha encargado de la corte: es decir, la Quina amarilla llamada allí de Calisaya, que se había contemplado peculiar de solo los Yungas de la Paz, y que traída ya por Bezares, se halla ser de la misma especie y actividad que ella.

Pero no sólo encontró quina, sino que con esta empresa se descubrieron árboles desconocidos hasta ese momento, de excelentes maderas; plantas enredaderas, aplicadas por los indios para combatir el reumatismo; gusanos llamados por los indígenas “sustillos”, similares al gusano de seda, que producían un papel ignorado hasta entonces por los naturalistas; y otras especies vegetales.

Con el camino concluido se envió el expediente a Manuel Sobreviela en 1790 para que examinase la obra e informase al virrey. Y, de esta suerte, es como nos encontramos al guardián del colegio de Ocopa recorriendo el camino abierto por el justicia mayor de Chavín. El diario de ese viaje aparece recogido por B. Izaguirre en su Historia de las Misiones Franciscanas.55 Además de lo observado por sí mismo, en cada pueblo donde llegó (Chicoplaya, Monzón, Chipaco, Tantamayo, etc) Sobreviela se informó de lo que les parecía el nuevo camino de Bezares. Y en Chavín pudo conversar con el justicia mayor Bezares, a quien manifestó el concepto que se había formado de la mencionada vía, le señaló que: en algunas partes necesitaba de composición; que en las demás era útil para la entrada a los valles de Arancay, Conchucos, Huacaybamba y Xican. Su dictamen final fue más amplio y detallado, pero con él aprobaba la labor de
Bezares pese a su inicial negativa a la misma. De su reconocimiento resaltó, en primer lugar, ser el nuevo camino mejor que el antiguo, aunque las aguas hubiesen provocado algunos estragos. En segunda instancia, que era más largo que el anterior, pero para algunos pueblos, como los ya señalados, resultaba más cómodo. Y por otro lado, no desistió de elevar sugerencias, precisamente ante la nueva obra que proyectaba Bezares, la realización de otro camino desde Chavín a Urpis, a través de la quebrada del río Marañón, apuntaba como necesario precisar la compensación existente entre su utilidad y el gasto y trabajo invertido para su realización. Asimismo apuntaba a la posibilidad del establecimiento de un pequeño pueblo en el lugar de Chapacra, que actuase como lugar de descanso para los transeúntes, y donde se pudiesen formar chacras de cacao, caña, añil y otros frutos. Y aludía, de igual forma, a la viabilidad del aumento del número de cabezas de ganado, pues había observado abundantes pajonales.
Con la aquiescencia que ofrecía el examen de Sobreviela, se le reconoció a Bezares, por decreto de 23 de mayo de 1791, su dedicación y se resolvía que fundará un nuevo pueblo en el sitio de Chapacra,56 como había esbozado el guardián de Ocopa. El encomio a su trabajo repercutió en nuestro personaje al punto que se lanzó a abrir otro camino que uniría Chavín con Xicán por la orilla del Marañón, con el fin de reducir las 8 leguas de peligrosas pendientes que separaban ambos puntos a cuatro cómodas leguas.57 Inició esa obra empleando grandes piedras cuadrilongas, obtenidas en la región.

No obstante, salvada, en un principio, la oposición de M. Sobreviela, continuaron existieron detractores del proyecto de Bezares. Precisamente se encontraba rompiendo y allanado ese otro camino aludido,58 cuando el virrey Francisco Gil lo llamó a la capital para que diese cuenta de sus trabajos.59 La causa de ese primer llamamiento, por el año 1790, según apuntaba Gil en su informe virreinal se derivó de unas Ynformaciones dirigidas por el Subdelegado que fue del Partido de Guamalíes D. Jose de Vidurrizaga a influxos de Don Juan de Chavarría, Hacendado de dicho Partido60 que acusaban a Bezares de abusos y excesos.61 Si bien señalaba el virrey Gil que por decreto de 28 de febrero de 1792 se le restituyó, y además se le amplió su jurisdicción de Chavín con las doctrinas de Guicabamba, Guacrachuco y valle de Arancay.

No sabemos si llegó, en ese momento, a regresar a Chavín de Pariarca pues las acusaciones se repitieron al tiempo que se agravaban. En efecto, se recibió una Real Cédula, expedida en Madrid en enero de 1792, que ordenaba examinar en junta de tribunales el asunto para su resolución. Respondía ese mandato real a lo notificado por el fraile Pedro González Agüero, misionero franciscano (que había regresado a Madrid en la década de los 80) contra los proyectos del riojano, a los que calificaba de inútiles y nocivos.

A comienzos de 1793, y como resultado de lo resuelto por la mencionada junta, se dispuso que el gobernador intendente de Tarma junto al subdelegado del partido de Huamalíes realizasen un reconocimiento del mencionado camino, que se demoró en el tiempo. Ante lo cual, en julio de 1794, Bezares se presentó en la capital con dos planes relativos a su proyecto, y certificaciones de la edificación de una iglesia en el pueblo fundado en el sitio de Chapacra, que había recibido el nombre de San Pablo de Chapacra. A más de solicitar que interviniesen también como informadores el misionero Mauricio Gallardo, y el que fue encargado de la renta de tabacos de Huánuco, Manuel de Alcarraz.

En consecuencia, los cuadernos de la causa se fueron agrandando, en muchas de
Sus líneas con incidencias de ninguna trascendencia. Pese a ello, solo disponemos, en cuanto al desenlace de la cuestión, el breve epílogo que el virrey Gil nos trasmite en su memoria de gobierno. Donde nos percatamos de como las dudas que planeaban sobre la conducta y labor de Bezares fueron acrecentándose con el paso del tiempo, según y conforme al juego de intereses que se desplegó en esa región, por el posible control de sus productos, cada vez más apreciados, y por tanto, más lucrativo el comercio de los mismos.
Mientras tanto Bezares había sido separado de su ministerio a la espera de la resolución final, que no llegó hasta el 3 de septiembre de 1795. Fecha en la cual se resolvió la continuación por parte de Bezares de la apertura del nuevo camino; la ampliación de su autoridad a otros territorios, indicados ya en el decreto de febrero del 92; la debida cooperación en dichos trabajos del guardián de Ocopa; la avenencia y calma por parte de Juan de Echeverría, y el otorgamiento de las recompensas que el rey determinase a Juan Bezares. Del cumplimiento de esos artículos quedaban encargados tanto el intendente de Tarma como el subdelegado de Huamalíes.
Realmente, pocas fueron las recompensas concedidas a Bezares por su sacrificada y provechosa labor, si bien, como hemos vislumbrado, tuvo que hacer frente a múltiples controversias.

Volvemos a tener noticias de este personaje un año después, en septiembre de 1796. En ese momento era él quien se ponía en contacto con el virrey, comunicándole las incidencias ocurridas en Chavín de Pariarca, donde había tenido lugar por esa fecha un incendio, en el cual ardió su residencia, la del cura, la Iglesia y varias casas de indios, los cuales se habían quedado sin techo. De tal manera, solicitaba al virrey, en nombre de esos indios, que determinase para ellos la contribución de alguna cantidad de dinero de la caja común de censos, y se les eximiese por un año del pago de tributos.64 No obstante, también en esta ocasión la causa se alargará en el tiempo, pues se tuvieron que realizar declaraciones a distintos personajes del pueblo con el fin de confirmar el suceso del incendio, e individualizar sus estragos.65 Llegándose a enviar el expediente para su resolución final al monarca.
Consideraciones finales
Escribía A. Gerbi, desde una perspectiva simbólica, que el Perú era un camino.67 Es evidente la importante red de caminos incaicos que lo vertebraron de norte a sur en un primer momento, y las concurridas comunicaciones terrestres del periodo colonial, de este a oeste, por los “Caminos de la Plata” y la ruta del azogue.68 Unos sistemas viales que respondían a la realidad económica y administrativa imperante. Por tanto, la articulación del territorio a través de las redes de comunicación se nos descubre como un indicativo más de la jerarquización de los espacios-regiones dentro de una realidad estatal. De tal manera, la Montaña, estribaciones orientales de los Andes, sin grandes riquezas metálicas que pudiesen ser apropiadas y explotadas por los españoles, terminó conformándose como un espacio marginal alejado de los importantes centros económicos andinos que concentraron la red vial hispana en el virreinato peruano. Pero aparte de permitirnos establecer, rápidamente, esa jerarquización de espacios, el avance de la expansión de las comunicaciones nos revela, como observan F. Santos y F. Barclay, el ritmo de articulación interna entre zonas del mismo espacio y su articulación externa con los mercados o ámbitos de poder que lo comprende.
La escasa articulación interna y externa de ese territorio incitó y determinó la propuesta de Juan Bezares. Su iniciativa nos evidencia que junto a la labor pionera de los misioneros en la ocupación de esa región central de la selva amazónica peruana, intervinieron en ella agentes provenientes de la sociedad civil. Agentes de ocupación, unos y otros, que pretendían, con diversos fines, la integración de los indígenas de ese espacio en el sistema colonial. Ello pasaba por la evangelización y civilización de los mismos, con la consiguiente desestructuración de sus sociedades, ya que conllevaba la adopción de nuevas estrategias económicas, enteramente opuestas a las de la economía tradicional indígena, y nuevos valores culturales.
Todo ello muestra, que el proyecto de apertura de este camino no fue meramente una contribución a la articulación interna y externa de ese territorio, sino que, ubicado en los marcos de la política reformista, respondía a las coordenadas de la reorganización económica de las posesiones españolas. Procuraba englobar una zona peruana secundaria en los circuitos comerciales, para explotar plenamente sus copiosas producciones. Una región ocupada por poblaciones indígenas, para las que también había cabida en el proyecto que estudiamos, a ellas les asignaba Bezares un imprescindible papel en la construcción del camino, y para los intercambios de los productos autóctonos no desatendía la utilidad de los indios.

A pesar de estar el plan de Bezares en la línea de lo dispuesto por la nueva política económica, y de reforma en general, desplegada en la segunda mitad del siglo XVIII, no dejaron de aparecer en escena impugnadores del mismo. De tal forma, nos aparece ese territorio, pese a su relativa marginalidad, como un tablero de ajedrez, donde los movimientos respondían a los intereses, no del todo manifiestos, de determinados grupos por el control en la ocupación y colonización de la región, y por tanto, de los beneficios de la actividad mercantil. Bezares, incluso, procuró jurisdicción política, pese a ello, tal vez la oposición circunstancial de los franciscanos se debiera al hecho de ver en él un osado competidor, pues ofrecía a la Corona un compromiso similar al de ellos, pero sin ningún coste para los fondos reales.
Concluyendo, la iniciativa de Bezares, y su ejecución, nos pone sobre la mesa la marginalización de la montaña real durante la etapa de dominación española frente a las zonas que concentraron la atención de la administración hispana. Un puesto que, de igual forma, ha ocupado esa región en la historiografía.
FUENTE: Isabel Povea Moreno

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