CULTURAL
Historia oculta del Perú
La historia del Perú desde la época reublicana tiene hechos y casos nunca contados o no escritos para ocultar la verdad , motivos pueden ser diversos, asío tenemos por ejemplo durante la Guerra del Pacífico, nos enteramos pasajes no contados mediantae escritos de historiadores ajenos, es el caso del presente artículo que tratamos como una contribución a nuestros lectores, que tienen derecho a conocer. Como Marino corroboro la existencia del lugar mencionado, he pisado el portalón de las 3 unidades que refiere.
A LOS 8 MARINEROS DEL 7 DE MAYO DE 1932
Por: Víctor Raúl Huamán
En el año 2003
me encontraba realizando la práctica profesional de Antropología con el equipo
de investigación del Proyecto Arqueológico de la Isla San Lorenzo”, cuando
hallamos una lápida semi enterrada, que escrita con letras negras sobre un
fondo blanco, decía: “Mayo 11 de 1932 – Mártires”.
Entonces tenía
22 años y ese hallazgo me transportó a una historia conmovedora de la historia
del Perú que muy pocos conocemos. Pertenecían a la tumba de ocho marineros que
habían sido fusilados y enterrados allí, pero curiosamente los cuerpos no se
encontraban en dicho lugar.
No podría afirmar cual es el inicio o el
principio de estos hechos y que formaron parte de nuestro trabajo de investigación. Quizás fue cuatro
días antes de ser fusilados, es decir el 7 de mayo de 1932, en que se revelaron
contra la tiranía del entonces Presidente Sánchez Cerro. Esta historia también pudo comenzar el 20 de febrero de
ese año, cuando se deportó a 22 congresistas apristas declarando
“fuera de la ley” a su partido; o quizás, cuando el día anterior al motín de
los marineros, el Prefecto de Lima detuvo a Víctor Raúl Haya de la Torre por el delito de
incitación.
Al
día siguiente de aquella detención, siendo las 11 de la noche, se da la
revuelta de los marineros en el Callao, quienes capturaron dos cruceros, el
Almirante Grau y Coronel Bolognesi y el cazatorpedero Teniente Rodríguez.
Enterado el entonces Presidente Sánchez Cerro, envió 300 hombres del ejército
para evitar que desembarquen en la costa del Callao y a la aviación para
“bombardearlos”. Lograron la rendición de los amotinados de las embarcaciones
Grau y Teniente Rodríguez, pero la tripulación del crucero Coronel Bolognesi se
resistió. A las seis de la mañana del 8 de Mayo, fueron atacados por aviones y
con disparos del submarino R-4, logrando incendiarla y determinándose la
rendición de los rebeldes.
No
soy militar, pero considero que fue una medida extrema enviar a la aviación.
Hasta ese momento, ni el motín ni el posterior develamiento, había provocado
ninguna muerte que lamentar, pero todo indica que se quiso dar una lección a
los que osaron enfrentarse al gobierno de entonces, solo eso explica las
posteriores presiones al Congreso Nacional – donde la oposición se encontraba desterrada o presa
– para que apresure el otorgamiento de facultades extraordinarias al Ejecutivo
con la finalidad de decretar la pena de muerte. Dicha Ley de Emergencia Nº
7479, fue aprobada apresuradamente por el Congreso el lunes 9 de mayo y el
mismo día lo refrendó el Ejecutivo. Por su origen y la retroactividad de la
norma, no podía aplicarse a la revuelta de los marineros.
Sin
embargo, basados en esas facultades, el 10 de mayo la corte marcial condenó a
muerte a ocho de los 64 insurrectos: Gregorio POZO CHUNGA de 22 años, Eleuterio
MEDRANO CHUQUIZA de 29 años y cabecilla del motín, Fredebundo HOYOS LÓPEZ de 21
años, Rogelio DEJO DELGADO de 21 años, Pedro GAMARRA GUTIÉRREZ de 21 años, José
VIDAL MONTANTE de 27 años, Arnulfo OJEDA NAVARRO de 22 años y al menor de edad
Telmo ARRUE BURGA de 18 años.
Antes
de ser fusilados, en sus alegatos reconocieron pertenecer al APRA. Los
quisieron vendar, pero no aceptaron. Parados frente al pelotón de fusilamiento,
el 11 de Mayo de 1932 vieron a los que silenciaron su protesta.
Guillermo
Thorndike, en su libro “El Año de la Barbarie - 1932”, escribe lo siguiente: “…los
condenados a muerte se confesaron, cambiaron sus uniformes y fueron conducidos
en una lenta procesión hasta el sitio de la ejecución. Un pelotón de
fusilamiento de doce miembros del Regimiento de la Guardia Republicana, los
aguardaban (…). Un oficial llamó por sus nombres a los cuatro primeros
marineros que serían fusilados, Vidal, Pozo, Gamarra y Arrué. Quisieron vendar
sus ojos, pero los marineros rehusaron. De pie, las manos atadas a la espalda,
podían ver a los otros cuatro lívidos condenados, al pelotón de fusilamiento
formando frente a ellos, seis de pie, seis arrodillados; y atrás el mar gris
verdoso del Callao, su bahía tersa y el perfil de la ciudad. El oficial
encargado de la ejecución alzó su sable, se elevaron los fusiles buscando sus
blancos y al caer la hoja de acero impartiendo su silenciosa orden, sonaron los
disparos. Luego se escucharon los tiros de gracia, la voz del sacerdote se
elevó rezando los responsos y los otros cuatro condenados avanzaron para tomar
el sitio de los que ya habían sido fusilados”.
Indagando en
periódicos de la época, pude llegar hasta el testimonio que dio en 1938 el
Capellán Ernesto Cotte, que los confesó: “…Los pobres muchachos, al encontrarse
en mi presencia (expresaron)… Entonces,
Padre, somos condenados fueron su primera exclamación al
verme... Mi pobre amigo – les contesté – yo tampoco lo sé… valor pues. Es Ud. Cristiano, afronte su suerte con
entereza y reciba con fe y resignación los auxilios de la santa religión, de la
religión de su infancia… (…). Intervine para sugerir a los
pobres muchachos pensamientos de fe, de resignación y de perdón; me
agradecieron los infelices, y me abrazaron, diciéndome: Ud., Padre, es nuestro único amigo, en esta tierra (…). Antes de retirarse (los
condenados) me encargaron sus últimas voluntades y me dictaban cartas para sus
padres…”.
Los padres y familiares de los marinos no
pudieron ver a sus hijos para despedirse y la iglesia estaba preocupada en
pedirles valor para morir a los que se rebelaron contra todas las
fuerzas armadas de un país. La iglesia no se pronunció
y abdicó ante el “No Matarás”. Para la Iglesia fue suficiente que estén confesados
para ir con Dios, guardando silencio ante los que manipularon las leyes con el único propósito
de matar, así como fue cómplice de la presencia de un menor de edad entre los
condenados. Debo aclarar que quien escribe esto es Católico.
Los
ocho marineros fueron enterrados en la Caleta Panteón, cementerio de la Isla
San Lorenzo, y la lápida – probablemente
hecha por alguno de los cientos de apristas, que sufrieron prisión en la
misma isla penal – se encontraba en el mismo lugar, pero ¿Dónde estaban los
cuerpos?
Aquella lápida me llevó a otro hecho. Dos
meses después del motín de los marineros, estalló “La Revolución de Trujillo”
el 7 de julio de ese fatídico año de 1932 donde la dictadura, amparada en la
Ley de Emergencia, fusiló a 6,000 apristas ante las ruinas de Chan-Chan. Lo
mismo sucedía en Cajamarca, Huaraz y otras ciudades donde los rebeldes eran
fusilados. Pero la respuesta no se haría esperar y sería igual de trágica.
Sánchez
Cerro, el Presidente del Perú, pasaba revista a las tropas en el Campo de Marte
a coche descubierto. Faltaban
unos minutos para la una de la tarde del 30 de abril de 1933. Un joven vendedor de helados llamado Abelardo Mendoza Leyva,
corrió hacia el vehículo y le disparó. Llevaron velozmente al herido al
Hospital Italiano que funcionaba en la Avenida Abancay, donde a la una y diez
minutos se supo oficialmente que dejó de existir.
Supe finalmente el lugar donde reposaban
los cadáveres de aquellos ocho marineros. Ante la imposibilidad de visitar a
sus hijos enterrados en la isla, los padres de esos jóvenes solicitaron que sus restos mortales fueran trasladados al Cementerio Baquíjano del Callao. En 1946 y después
de 14 años de gestiones, aprobaron su pedido. La lápida que los acompañó esos
años en la isla, quedó olvidada hasta el día que la hallamos.
Otro dato importante que descubrí en esta
investigación fue que el APRA se fundó coincidentemente un 7 de Mayo en el año
1924 en México, por el líder de esa ideología Víctor Raúl Haya de la Torre, quien
llegó a la Presidencia de la Asamblea Constituyente el
28 de Julio de 1978. Al momento del saludo en la puerta del Congreso Nacional
para asumir ese cargo, el Teniente de la Marina de Guerra del Perú que lo
recibió, le dijo: “Señor Presidente, la Guardia de Honor de la Marina de Guerra
del Perú lo saluda, en nombre de los 8 marineros que murieron por sus ideales”.
Transcurrido los 80 años de aquel 7 de mayo de 1932,
deseo rendir mi homenaje a estos jóvenes que la historia del Perú les ha sido
esquiva pese a dejar una estela de un valor incomparable. Agradezco al anónimo
constructor de aquella lápida, que colocó la merecida
palabra “Mártires”, logrando desenterrar en mí la historia de ocho valientes
que dignificaron a su generación.
03.MAY.2012
A LOS OCHO
MARINEROS del 7 de mayo de 1932.
Libro: Aquí yace la Luz. Ediciones
Populares ARIEL.
NOTA DEL AUTOR: Esta historia es una
recopilación de hechos reales y forman parte de la historia oculta del Perú. La
lápida hallada en la Isla Penal San Lorenzo, se guarda en el Museo Nacional de
Arqueología, Antropología e Historia del Perú, en el Distrito de Pueblo Libre.
La investigación ha dicho hallazgo, se encuentra en el siguiente link : http://www.islasdelperu.com/search/label/8%20mayo%201932
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